Octubre 2016 


Así como Dios es desde antes del tiempo y el espacio y las realidades del mundo  han sido antes en la eternidad, María, Madre Nuestra, que existía antes de su manifestación en la tierra irrumpió en un instante en este plano de Vida, como lo hizo cuando dió a luz a la naturaleza humana de Nuestro Señor Jesucristo: la Puerta.

Irrumpió la novedad de su misión, actualizó el Camino. Porque su misión es siempre nueva, en cada aparición, hoy, como La Todo portadora de la revelación, viene a rescatarnos nuevamente. Como cuando Ella dijo Si y activó el plan salvífico de Dios para su Creación, para devolverla al Paraíso después del alejamiento, para integrarla nuevamente en Él "de una manera personal, contingente con nuestra persona". Ella vuelve en los últimos tiempos a actualizar que "nada es imposible para Dios": por eso se reveló por 1ra vez hace 30 años como Señora de los Imposibles, Reina de las flores, las flores emblema del perfume, perfección en sí mismo, indescifrable, que ahuyenta y hace retroceder lo mórbido, lo perverso, lo maligno.

Virgen y escudo, mujer y diosa, María no sólo se mostró otra vez hace 30 años cruzando el umbral entre el Cielo y la Tierra ante los ojos -y los demás sentidos- de los humanos que la vieron y escucharon el 15 de Octubre de 1986, sino que no cesó nunca de presentarse, de hacerse presente, en formas sensoriales y sutiles, para llegar a todas las inteligencias y sensibilidades. 
Como la luz de Dios, no se niega a nadie, a todos quiere encontrar, que toda criatura dispuesta a reconocerla pueda estirar su mano y tomar la Suya, para que toda criatura en su clamor tenga a quién pedir, quién la represente en su singularidad, propia de la Vida.
Ella en quien confiar, en quien descansar, a quien recurrir. 

No alcanzan los espacios para contar los milagros que hace desde entonces: innumerables son los que se han atestiguado y exponencialmente más, los que muchos llevan en su interior y no han contado, o sólo han dicho a unos pocos. 
No hay persona que haya transitado por esta Obra de Amor y Misericordia de la Virgen María Reina de las Flores que no haya sido atravesada por el testimonio de alguien completamente desconocido, a veces contado 5, 10, 20 años después. Ella no conoce de tiempo, dimensiones, planos, espacios: es la eternidad en la tierra. 
Es la eternidad que se deja acariciar por los vivientes. 
Y que acaricia nuestros rostros, cuando pensamos que nada queda, que el vacío se extiende. Ella re-significa nuestro estar en este aquí y ahora como nunca antes lo había hecho o revelado, desde que reveló a la Luz del mundo.
Porque actúa, como emanación del Padre, de modos misteriosos, Todo lo hace posible, incluso nuestro despertar.
Gloria a Tí.